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COCINAR CON NIÑOS Y NIÑAS: PSICOLOGÍA INFANTIL

Un laboratorio de aprendizajes

Es momento de estar en casa, y con ello de desplegar todo tipo de ideas que nos permitan hacer más amenos los aprendizajes.
Los niños y las niñas no están perdiendo días de clase sino que están ganando nuevas formas de aprender, de compartir, y de descubrir el mundo. Las aventuras que permite este tiempo en que los adultos pueden dedicar una mirada constructiva y de verdadero reconocimiento a los más pequeños, puede ser un primer paso para descubrir nuevas capacidades.

Una de las actividades más divertidas en la infancia es la cocina. El placer de experimentar en ese laboratorio en el que los adultos fabrican platos de muchos colores y olores y se divierten, genera gran curiosidad, ya sea por prohibido muchas veces o por lejano otras.

La cocina es un espacio de experimentación sensorial, en el que se ponen en marcha el olfato, la mirada, el gusto, el tacto y la motricidad fina, entre otras funciones. A su vez se puede convertir en aprendizaje de las matemáticas, la lectura, la escritura, la física y la química. En toda actividad culinaria la atención, la concentración, el razonamiento y la creatividad se activan para obtener el resultado esperado y para “lucirnos” si cabe, como si fuese una obra de arte. La tolerancia a la frustración que tantas consultas genera, también se pone a prueba. Lo que este “juego” compartido genera implica emoción, y sin ella, no hay aprendizaje, es por tanto un espacio de auténtico desarrollo de capacidades.

Ver, tocar, oler, saborear, es lo que permite a los niños hacer asociaciones, e incorporar información útil que podrán extender a otras actividades de la vida. Así podrán comprender qué se produce al transvasar líquidos en recipientes diferentes, cómo calcular cantidades y cómo descifrar código del lenguaje. Estas son actividades que facilitan la entrada y desarrollo de los más pequeños en el pensamiento abstracto. Disfrutar con el sonido de los distintos cacharros hasta conocer las texturas de los elementos son sensaciones y experiencias que estimulan diferentes áreas cognitivas despertando a su vez nuevos circuitos de aprendizaje. De ahí la gran importancia que tiene, y estos días en los que el tiempo ha cobrado un nuevo valor podemos aprovechar, para contribuir a despertar nuevos conocimientos.

Para comenzar a trabajar con los niños y niñas en la cocina, es importante explicar qué es lo que se hará en este tiempo, en qué espacio, que es lo que estará permitido y lo que no. El orden y la limpieza de la cocina no pueden ser de una exigencia extrema ya que como ocurre en un atelier, dejar libre la imaginación y el relax en la tarea es lo que hace que podamos disfrutarla.
Cocinar es una experiencia que acerca a las ciencias con las que se pueden experimentar y poner a prueba la propia capacidad de superación. Aprender a exprimir un limón, colarlo, transvasarlo, será difícil el primer día, pero después se podrá comprender todo lo que ocurre en esos movimientos y como evitar las complicaciones. Aprender que una cucharada sopera rasa de harina corresponde a 10g será una sorpresa que permitirá extenderse a otros cálculos.

¿Porqué “se infla un bizcocho”?, ¿Cómo se hace el pan?, ¿Cómo mido 15g de azúcar sin báscula?, ¿Cómo separo las yemas de las claras?, etc.

Son una parte de las curiosidades que abren puertas a nuevas preguntas y que facilitarán el interés por conocer mundos inexplorados que tal vez las tecnologías no puedan brindar.

Propongo la actividad culinaria como otra forma de hacer deberes, y de relacionarla con las tareas escolares. Sumar en la libreta remitirá a la suma de huevos o cantidades de arroz que experimentamos el día anterior. Disfrutar y divertirse es una buena manera de generar el deseo de aprender.

Silvina Mosquera Genlot
Psicoanalista – Psicoterapeuta FEAP